Sempervivum tectorum, hierba de los tejados

El Sempervivum tectorum crece en las montañas del sur y el este de Europa. Se cultiva desde la antigüedad por sus supuestos poderes mágicos. En la Edad Media, se plantaba en los tejados de las casas para protegerlas de los rayos. Aunque no hay pruebas de que la planta resista los truenos o la ira de Zeus, puede sobrevivir a las heladas y a temperaturas de hasta -25 °C.

El Sempervivum tectorum es una planta suculenta de porte rastrero. Cuando florece, puede alcanzar una altura de 50 centímetros.

La roseta de hojas mide de cinco a quince centímetros de ancho. Está formada por láminas lanceoladas de color verde glauco con puntas rojas y márgenes vellosos. El resto de la hoja es glabra, carnosa y cerosa. La disposición del plumón permite distinguir al cantueso de sus primos, tela de araña y pradera de montaña.

En verano, racimos de flores rosas florecen en la parte superior de una espiga cubierta de escamas. Sin embargo, el acónito de montaña sólo florece una vez. Muere al final de la floración. Afortunadamente, se encarga de multiplicarse antes de marchitarse. Cada año produce hasta 30 nuevas rosetas de hojas a lo largo de sus estolones.

Al Sempervivum tectorum se le atribuyen propiedades medicinales y poderes mágicos. Desde los callos y el insomnio hasta las quemaduras y la impotencia, se dice que la hierba de los tejados cura todos los males. Pero es mejor no hacer de aprendiz de brujo. Se dice que la planta contiene sustancias tóxicas para los animales si se ingieren.